HISTORIAS DEL BAJO VIENTRE

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viernes, 2 de noviembre de 2012

LA RATA

LA RATA No soy miedosa. O, al menos, no lo había sido hasta ahora. Por eso no tuve inconveniente en aceptar trasladarme a vivir a esta casa con mi marido y el bebé. La habían limpiado y desinfectado muy bien. Nunca quise saber cuál fue la habitación en la que encontraron el cuerpo. Los restos, para ser más precisa. El nido de las ratas sí era fácil de imaginarse dónde había estado. ¿A quién se le ocurrió cubrirlo con cemento de mala calidad? No tardó en volver a quedar el agujero al descubierto. Se hallaba en una especie de armario, que debió ser despensa, y en el que encontramos apiladas cosas inútiles que, seguramente, pertenecieron a aquella mujer. Desde zapatos viejos hasta fotos antiguas pasando por vestidos convertidos en trapos. Cosas habituales todas, salvo un violín en perfecto estado. Parecía que lo acabasen de comprar, pero faltaba el arco. Decidí colocarlo en la habitación del bebé junto a sus muñecos favoritos: Un chimpancé, una jirafa y un pinocho. Cerramos aquel armario con llave y nunca más volvimos a abrirlo. Pasó un mes. Mi marido tuvo que volver a embarcar. Necesitábamos dinero y el subsidio de paro pronto se acabaría. Me preguntó si iba a tener miedo de vivir sola en aquella casa. Le contesté que no estaría sola, que tenía a nuestro hijo. Elogió mi entereza y partió. Esa primera noche todo cambió. Empecé a oír ruidos que jamás había escuchado. Tan pronto eran pasos muy ligeros como vocecitas de niño pidiendo ayuda. En principio, intenté convencerme de que era pura sugestión, Sin embargo, el susurro de lo que parecía la cola de una rata arrastrándose por el suelo me provocó un ataque de pánico y salí corriendo hasta el cuarto del niño. Fue terrible descubrir la puerta cerrada. Yo, jamás la cierro. Podría haberlo hecho sin darme cuenta, pero era muy improbable. Siempre estoy pendiente de él. Aterrada por lo que me iba a encontrar agarré la manija y abrí. El cuarto estaba oscuro y no quise encender la luz para no despertarle. Me dirigí a tientas hacia la ventana. Iba descalza y, en un momento, noté que algo rozó uno de mis pies. Fue un roce leve, rapidísimo, no me dio tiempo a saber qué era. No pude evitar gritar. Esperé el llanto de mi bebé como respuesta, pero todo seguía en silencio. Incapaz de seguir avanzando hacia la ventana, agudicé el oído. Otra vez el sonido de algo liviano pero con suficiente peso para hacerse notar se desplazaba por el suelo. Sabía que no soportaría que volviera a tocarme. Dando voces y pisotones al tiempo, regresé hacia la entrada y encendí la luz. Mis peores presagios se habían cumplido. Mi hijo, mi hijo querido no estaba en su cuna. Chillé y grité desesperada. Entre cada aullido me pareció escuchar el sonido del violín. Me estaba volviendo loca. Tuve un momento de lucidez. Sí, ahora sí escuchaba el llanto de mi hijo, pero no estaba allí. Traté de identificar su procedencia. Venía de mi dormitorio. Regresé corriendo y encendí la luz. Dentro de la cama sobresalía la cabecita de mi niño que lloraba asustado. Y entonces lo recordé todo. Esa noche, al ser mi primera noche sola en la casa, decidí acostarle conmigo para sentirme más acompañada. Luego caí dormida y debí soñar, despertándome llena de pánico y marchando instintivamente en su busca, olvidando que se encontraba a mi lado. ¡Qué horror! ¡ Cómo puede trastornar el miedo! Estaba toda sudorosa. Abracé a mi hijo y le llené de besos. Una vez que ambos nos tranquilizamos, apagué la luz y procuré volver a dormir. Desde la duermevela distinguí, de nuevo, el sonido del violín. Traté de convencerme de que todo era imaginario. Dentro de la caja de resonancia, la rata corría y daba saltos, aún aterrorizada por lo que acababa de suceder. Madrid, 26 de octubre de 2012 Nota del autor Relato escrito para participar en la jam monográfica de terror que tendrá lugar la noche de Halloween en Los Diablos Azules.

3 comentarios:

  1. Qué angustia pasé! jajaja
    Muy bueno.
    Saludos.

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  2. Muy bueno, Luis!!!... Soy amante de la literatura de terror y la ciencia ficción. Te puedo asegurar que tu relato es buenisimo!.

    Felicidades.

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  3. Respira, Ohma, que es ficción.

    Mucgas gracias Manuel por tu comentario como experto "terrorífico".

    Abrazos

    Luis

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